Mocos, nunca son pocos

Si me hubieran dicho que la segunda entrada del blog trataría sobre mocos, nunca lo hubiera creído. ¿Quién va a escribir sobre un simple constipado? Pues yo, aquí y ahora, con un paquete de pañuelos al lado del portátil.

Siempre pasa lo mismo, un día cualquiera oyes dos o tres estornudos en casa y piensas… Nah, será algo puntual, no puede ser un constipado… Error. Alguien se está empezando a poner malo, pero no quieres asumirlo. Hasta hace años esto era una putadilla, pero desde que la familia creció esto no son putadillas, sino pesadillas.

Puede ser que se pongan enfermos los cabecillas de la familia, que es molesto, pero sabes que en unos días ya estaréis casi recuperados. Sin embargo, si es uno de los pequeños de la casa… estamos jodidos. Si nos ponemos malos Blanca o yo pues bueno, hay que cuidarse un poco y esperar que la otra mitad apoye un poco en el peso de la carga familiar. Pero como sea la niña…

Mocos de familia, un punto y aparte

Hasta hace poco, si caía enfermo y la cosa era chunga pues bueno, faltaba al trabajo y me metía en la cama. Ahora esas reglas han cambiado. Prefiero mil veces ir enfermo a currar y «guardarme» ese día por si es la niña la cae. Si al hecho de estar tú pachucho le sumas la posibilidad de tener que estar toda la noche levantándonte… No interesa seguir tu ritmo habitual.

Lo que hasta ahora eran 3 o 4 días pachucho, hoy en día tener un constipado en casa es pasar una semana reventado. Eso si no se va pasando de uno a otro de la familia y le acabas alquilando una habitación durante un mes a las malditas flemas. Por suerte, parece que esta vez he caído sólo yo y esa semana acaba. Os dejo, que la niña se está despertando y la he oído estornudar tres veces seguidas…

P.D.: He acabado el paquete de pañuelos recién abierto mientras escribía este post.

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